Entre implantes te veas o de cómo un día decidí cambiar
Juan Zamora
He decidido entrar en la onda de las cirugías, implantes y reconstrucciones. Sí señor, al mejor estilo de Beverly Hills 90210. Estuve pensando, meditando más bien y llegué a una importante y contundente conclusión: El tamaño sí importa...
Cada vez que escucho la frase “Mi amorcitico” de boca de mi esposa, no puedo evitar dirigir la mirada hacia abajo, hacia mis pies, y darme cuenta de que en el camino, aparte de mi irreverente panza, ninguna otra cosa sobresale.
Mis zapatos son víctimas de una pertinaz salpicada cada vez que voy al baño a miccionar, y no porque el chorro no tenga fuerza, si no porque el goteo final no llega a la taza, debido a lo corto del dispositivo de expulsión.
Ya estoy demasiado familiarizado con la diferencia entre jadeo y suspiro, así que no más. Estoy harto, me cansé.
Ya no me convence aquello de que la cuestión esta en el manejo, la experiencia y la creatividad ¿Quién se preocuparía o molestaría en buscar si tengo o no tales virtudes si con lo primero que se encontraran fuese con un aparato de mayúsculas proporciones entre pierna y pierna?
Pasaría como con una curvilínea rubia de grandes y redondos senos ¿A quién carajo le importa que sea bruta?
Pensé, pensé y pensé y creanme que ya estoy convencido de que lo mejor para mi maltratado ego, es que me someta a una intervención. Quirúrgica, digo...
No hay psicólogo ni psiquiatra que valga. Lo intenté y no funcionó. Uno me dijo en una oportunidad: “Usted tiene ideas muy cortas...” - Por eso es que busco mentes estrechas - le respondí.
“¡Qué PEQUEÑO es el mundo!” Exclamó una psicóloga que había compartido el bachillerato conmigo, cuando entré a su consultorio. No habría pasado de un simple y común comentario, si el mismo no se hubiese repetido tantas veces durante la sesión. Demás esta decir que en aquellos años mozos, llegamos a tener cierto contacto que fue un poco más allá de los pubertos besos.
Ya es formal e irreversible mi decisión. ¡Me opero! Pido un crédito, busco al Dr. 90210 y me opero. Es más, ya tengo visto el modelo que suplantará a lo que dentro de poco ya no será. Ya escogí el implante. National Geographic, Discovery Channel y Animal Planet, fueron mi fuente de inspiración.
Tres programas, solo tres programas bastaron, uno en cada canal. La solución llego después de mirar esos tres documentales. Orden Proboscidea, familia Elephantidae.
Asiático o Africano, a través de los tiempos, el elefante siempre ha sido sinónimo de majestuosidad, grandes proporciones, inmensidad. La fascinación que causa su sola presencia es inocultable.
Y dentro de toda esta magnificencia, una de las cosas que más destaca es su trompa. Esa cosa que cuelga, lo primero que se ve, lo que sobresale. Esa adaptación de su nariz.
¿Sabían que en la punta tienen una o dos extensiones musculares que pueden utilizar con la misma destreza con la que nosotros usamos nuestros dedos? El número de estas extensiones dependerá de la procedencia del animal, una si es asiático y dos si es africano.
Gran tamaño y grosor, tacto y olfato en un solo miembro y por si fuera poco, dos dedos al final. Repito la pregunta: ¿A quién carajo le importaría si yo fuese inteligente, creativo, divertido, bajito, gordito, alto, flaco o que coño?
¿Qué mujer repararía en virtudes o rasgos si toda su atención se centraría en un solo objetivo? Y es que pasaría a ser eso: El Objetivo. “El objetivo del deseo” de toda mujer con un mínimo de lujuria y pasión en sus genes. Creo que hasta para la más fría e incólume fémina, esto sería un alisciente para despertar sus más bajos instintos (grrrrr...) Alguna intentaría el contacto aunque fuese solo por curiosidad.
Ni hablar de las ventajas extras. Del valor agregado, como quien dice. Recoger cosas del piso ya no implicaría esfuerzos adicionales para mi columna. Claro, que tendría que estar muy pendiente de que cosas me consigo en el camino. Sería muy incomodo andar con el culo lleno de maníes, mas si son en concha.
Mis zapatos agradecerían el cesar del tintineo sobre ellos al finalizar de orinar.
Beneficio extra para mi esposa, adiós a las duchas vaginales. Yo mismo soy; servicio completo de aspirado, lavado y engrase.
Ni la de Eustaquio ni la de Falopio, no señor. La mía, MI TROMPA. Bueno, después del implante o transplante, cambiaría su denominación. Ya pasaría a ser El Miembro, MI MIEMBRO.
Ni suspiros ni jadeos. Aullidos, gritos y alaridos.
¿Qué como luce dentro del pantalón? ¿Qué si camino bien, qué como me visto ahora? Eso ya no sería el problema. La discusión familiar se centraría en el escrúpulo. Si, en el escrúpulo. Tendríamos que debatir en el seno familiar, entre la conveniencia o no de dejar a un lado los escrúpulos y comenzar a buscar el lado lucrativo de la cosa.
¿Prostitución? ¿Por qué ser tan duros? Piensen en un tiovivo, en el caballito o el carrito que ponen en las barberías infantiles, para que el niño se entretenga. Los carritos chocones, el tobogán inflable. Eso si, tres cosas: Entretenimiento para adultos, Only Woman y nada de monedas ni fichas para introducir en la ranura.
Bueno, yo ya estoy convencido. Ahora tengo mucho trabajo por delante, el crédito, el médico y el donante. Lo demás, como dicen por allí: Ta’ fácil!
2 Comments:
Felicitaciones por este articulo, expresa de una manera clara y concisa la importancia de este tema
FELICIACIONES MI HERMANO.
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