¡Maliachis chinos bien finos!
“Original Mexican Mariachis, Live!”. Decía el cartel de la entrada.
Los hermanos Chang se sintieron tentados y entraron. Llevaban tres semanas de fútbol intensivo en Alemania, comiendo salchichas con repollo agrio y tomando cerveza tipo Munich, así que no les venía mal cambiar hoy el menú por tacos y tequila.
Les extrañó, eso sí, que ofrecieran auténticos mariachis mexicanos en un bar de los suburbios de Dortmund, cuando México había sido eliminado del mundial hacía ya varios días, y desde entonces se había esfumado de suelo germano todo descendiente de azteca y sus sombreros, sus ropas de charro, sus guitarrones, sus banderas del tri, todo. Sin embargo, por lo visto, quedaba aún este refugio.
Se sentaron en la barra. Pidieron tacos y tequila. No les entendieron. Repitieron que tacos y tequilas, para dos –así con los dedos-. El cabeza rapada que hacía de barman les explicó, ya perdiendo la paciencia, que no había ni tequilas ni tacos ni tortillas, que lo único que había eran salchichas, repollo agrio y cerveza caliente. Los hermanos Chang no entendieron nada, pero dijeron que sí. Se enteraron cuando les pusieron enfrente dos platos humeantes y dos cervezas tibias, igualito que en los últimos veintitantos días.
Sobre el escenario, al fondo, se alinearon los mariachis. Vestían de charros. Bueno, más o menos, porque estaban combinados con chaquetas de cuero y con botas hasta la rodilla de punta metálica. Medían cerca de 2 metros, tenían hasta las pestañas rubias de lo catires que eran, los ojos azulísimos o verdísimos, la piel casi transparente de tan blanca, las cabezas rapaditas debajo de los sombreros. El que cantaba tenía una esvástica tatuada en el cuello que se le hinchaba sobre la yugular cada vez que coreaba: “NO TENGO TRRONA NI RREINO, NI NADIE QUE COMPRRENDA, PERO SIGO SIENDO FÜHRER”
-Maliachi alemán, muy mal – dijo uno de los hermanos Chang .
-Maliachi alemán, fatal – respondió el segundo.
Sorbieron un trago de cerveza, siguieron autoflagelándose durante un estribillo más y de pronto, sin ponerse de acuerdo, voltearon para verse mutuamente los bigotes de espuma, intercambiaron una mirada de ojos radiantes con destello cómplice:
-¡Maliachi chino selía bien fino! – exclamaron al unísono.
Salieron del bar sin acordarse de pagar. Buscaron un teléfono público y nos llamaron -por cobrar- a la pantaletería. Que cerráramos el negocio, que liquidáramos la mercancía, que cambiáramos toda la ropa interior femenina por trajes de meros machos mexicanos. A nosotros nos cayó como un baldazo helado la llamada. Nos tomó de sorpresa en el negocio viendo el resumen del mundial, allá al fondo, en pantalla gigante. Además, cuando sonó el teléfono, estábamos a punto de convencer a las hermanas Chang de que antes de vender la mercancía tenían que probársela a ver qué tal y que nosotros íbamos a ser como los jueces: “Ésta sí. Ésta no. Ésta se la tienen que poner otra vez y dar otra vueltita. Vamos a combinar la parte de arriba de ésta con la parte de abajo de aquella. Ahora tú, igualita, pero con la cosa al revés”. Y las hermanas Chang estaban contentas y risueñas, cerrando las persianas, desabrochándose los pantaloncitos, a punto de empezar el desfile…
Cumplimos las órdenes al pie de la letra: “Mundial telmina y ya nuevo negocio camina”, fue la instrucción. Y comenzamos a reclutar gente porque a nosotros esto de la música, entre otras tantas cosas, tampoco se nos da. Terminamos armando un bandón que ni el Mariachi Jalisciense: se apareció Enrique Enríquez con un guitarrón fantasma, Roberto Echeto puso los trajes de charro –machos machos, aunque de color melocotón-, Kira Kariakin nos dijo: “yo canto con Juanga” y Adriana Bertorelli “yo le entro a las letras y los amores rotos”. Sergio Márquez se sacó una trompeta golpeada por los malos tratos, Joaquín Ortega un violín peruano-mexicano-cubano, José Javier Rojas se ingenió una letra de altos vuelos, Carlos Zerpa se apareció con un cantinero, William Benshimol dijo: “yo pongo los sombreros y una charra bien poderosa”. Nelson Garrido se ofreció como asesor de imagen. Al Fósforo Sequera le dejamos los arreglos musicales. Ramón Salazar dejó sus negocios callejeros para echarnos una mano y Juan Zamora nos trajo su charro vestido de trompa de elefante. Y nosotros al final dijimos: “Bueno, será que nos toca hacer los coros”.
Les damos la bienvenida al Mariachi Los Hermanos Chang, el terror de los mariachis, el que le garantiza el final de la fiesta, el único que Usted no contrata sino que nos aparecemos de improviso y lo serenateamos hasta que alguien caiga fulminado o hasta perder las voces –que nunca tuvimos-, el único en el que Usted puede cantar, tocar y probarse los sombreros mientras nosotros lloramos y nos tomamos el tequila.
Salud,
Fedosy Santaella y José Urriola, coristas (ah, claro, y testaferros)
Los hermanos Chang se sintieron tentados y entraron. Llevaban tres semanas de fútbol intensivo en Alemania, comiendo salchichas con repollo agrio y tomando cerveza tipo Munich, así que no les venía mal cambiar hoy el menú por tacos y tequila.
Les extrañó, eso sí, que ofrecieran auténticos mariachis mexicanos en un bar de los suburbios de Dortmund, cuando México había sido eliminado del mundial hacía ya varios días, y desde entonces se había esfumado de suelo germano todo descendiente de azteca y sus sombreros, sus ropas de charro, sus guitarrones, sus banderas del tri, todo. Sin embargo, por lo visto, quedaba aún este refugio.
Se sentaron en la barra. Pidieron tacos y tequila. No les entendieron. Repitieron que tacos y tequilas, para dos –así con los dedos-. El cabeza rapada que hacía de barman les explicó, ya perdiendo la paciencia, que no había ni tequilas ni tacos ni tortillas, que lo único que había eran salchichas, repollo agrio y cerveza caliente. Los hermanos Chang no entendieron nada, pero dijeron que sí. Se enteraron cuando les pusieron enfrente dos platos humeantes y dos cervezas tibias, igualito que en los últimos veintitantos días.
Sobre el escenario, al fondo, se alinearon los mariachis. Vestían de charros. Bueno, más o menos, porque estaban combinados con chaquetas de cuero y con botas hasta la rodilla de punta metálica. Medían cerca de 2 metros, tenían hasta las pestañas rubias de lo catires que eran, los ojos azulísimos o verdísimos, la piel casi transparente de tan blanca, las cabezas rapaditas debajo de los sombreros. El que cantaba tenía una esvástica tatuada en el cuello que se le hinchaba sobre la yugular cada vez que coreaba: “NO TENGO TRRONA NI RREINO, NI NADIE QUE COMPRRENDA, PERO SIGO SIENDO FÜHRER”
-Maliachi alemán, muy mal – dijo uno de los hermanos Chang .
-Maliachi alemán, fatal – respondió el segundo.
Sorbieron un trago de cerveza, siguieron autoflagelándose durante un estribillo más y de pronto, sin ponerse de acuerdo, voltearon para verse mutuamente los bigotes de espuma, intercambiaron una mirada de ojos radiantes con destello cómplice:
-¡Maliachi chino selía bien fino! – exclamaron al unísono.
Salieron del bar sin acordarse de pagar. Buscaron un teléfono público y nos llamaron -por cobrar- a la pantaletería. Que cerráramos el negocio, que liquidáramos la mercancía, que cambiáramos toda la ropa interior femenina por trajes de meros machos mexicanos. A nosotros nos cayó como un baldazo helado la llamada. Nos tomó de sorpresa en el negocio viendo el resumen del mundial, allá al fondo, en pantalla gigante. Además, cuando sonó el teléfono, estábamos a punto de convencer a las hermanas Chang de que antes de vender la mercancía tenían que probársela a ver qué tal y que nosotros íbamos a ser como los jueces: “Ésta sí. Ésta no. Ésta se la tienen que poner otra vez y dar otra vueltita. Vamos a combinar la parte de arriba de ésta con la parte de abajo de aquella. Ahora tú, igualita, pero con la cosa al revés”. Y las hermanas Chang estaban contentas y risueñas, cerrando las persianas, desabrochándose los pantaloncitos, a punto de empezar el desfile…
Cumplimos las órdenes al pie de la letra: “Mundial telmina y ya nuevo negocio camina”, fue la instrucción. Y comenzamos a reclutar gente porque a nosotros esto de la música, entre otras tantas cosas, tampoco se nos da. Terminamos armando un bandón que ni el Mariachi Jalisciense: se apareció Enrique Enríquez con un guitarrón fantasma, Roberto Echeto puso los trajes de charro –machos machos, aunque de color melocotón-, Kira Kariakin nos dijo: “yo canto con Juanga” y Adriana Bertorelli “yo le entro a las letras y los amores rotos”. Sergio Márquez se sacó una trompeta golpeada por los malos tratos, Joaquín Ortega un violín peruano-mexicano-cubano, José Javier Rojas se ingenió una letra de altos vuelos, Carlos Zerpa se apareció con un cantinero, William Benshimol dijo: “yo pongo los sombreros y una charra bien poderosa”. Nelson Garrido se ofreció como asesor de imagen. Al Fósforo Sequera le dejamos los arreglos musicales. Ramón Salazar dejó sus negocios callejeros para echarnos una mano y Juan Zamora nos trajo su charro vestido de trompa de elefante. Y nosotros al final dijimos: “Bueno, será que nos toca hacer los coros”.
Les damos la bienvenida al Mariachi Los Hermanos Chang, el terror de los mariachis, el que le garantiza el final de la fiesta, el único que Usted no contrata sino que nos aparecemos de improviso y lo serenateamos hasta que alguien caiga fulminado o hasta perder las voces –que nunca tuvimos-, el único en el que Usted puede cantar, tocar y probarse los sombreros mientras nosotros lloramos y nos tomamos el tequila.
Salud,
Fedosy Santaella y José Urriola, coristas (ah, claro, y testaferros)
11 Comments:
Este negocio me gusta mas q el de las pantaletas, jejeje, ha sido superdivertido y relajante, digo q me gusta mas los mariachis q el negocio de las pantaletas, porque ya me los imagino, esperando el desfile de las Hermanas esas siamesas para dar su aprobacion o desaprobacion de la mercancia, en todo caso prefieron vere como desentonan, beben tequila y cerveza y dan serenats, tambien se me viene a la mente, un negocio q mi costilla esta empenado en montar, el esta ahorrando para cuando muera el esperpento viejo q gobierna a Cuba irse a la isla con sus ahorros y montar un bar de putas, jejeje, por supuesto con su previa aprobacion, timido el nino, jejeje, aprobacion de la mercancia claro, no se crean q es Cubano disidente, lo q pasa es q tiene olfato para los negocios y ademas para montarlo en Venezuela, tendria q esperar al 2o21....Ustedes q opinan. BYE bye, seguire visitando su blogs, siempre y cuando sigan asi de divertidos.
Primera vez que paso por este blog y me he divertido muchísimo. No leí todos los posts para irlo haciendo poco a poco y tener siempre algo para alegrar el día.
Creo que el tema de los mariachis siempre dará material para escribir.
Sigan así y no se rajen!
Al fin!! sabemos la verdad....
los mariachis SON chinos!!!!!
Divertido negocio!
Saludos
que mal!, ya no voy a cumplir 15, habría sido más interesante tenerlos a uds que a los panzones aburridos que me llevaron.
sí, se acabó el mundial, terminó el yugo de las salchichas con repollo y cerveza.
El próximo negocio debería ser una funeraria! Como la gente dice que nunca se ven entierros de chinos... Estoy de acuerdo con Maléfica, este blog es como un chocolate: se disfruta mucho más poquito a poco!
1018..según el contador.
...jeje, esta buenisimo el blog, muy divertido, estare de vuelta por aca :-)
Puro hacer ping y nada que se actualiza este blog ¿qué pasa? si lo que sobran son mariachis en este mundo
Gracias siguán publicando felicitaciones buena publicación
Buena música me encanta un saludo a todos los de este grupo
SUPER
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